Recordatorio a 25 años del fallecimiento de Delia Del Carril
El 26 de julio de 1989 Delia del Carril murió, apaciblemente, en su casa de Santiago de Chile con la fiel servidora Rosita a su lado.
Una vida apasionante que transcurrió entre el arte y la política y duró 104 años – dijeron las crónicas de la época.
¿Quién fue y por qué la recordamos en Polvaredas?
Delia del Carril, argentina, bohemia, revolucionaria, artista plástica; desde muy niña rompió con los moldes de su tiempo que regían la vida de las jóvenes, especialmente de las descendientes de familias aristocráticas. Nació en la estancia familiar de Polvaredas, que por entonces pertenecía a su padre. Víctor del Carril, y con él aprendió a andar a caballo por estos campos y bajo estos cielos, a los cuatro años.
Amiga de juventud de Ricardo Güiraldes, Victoria Ocampo, María Rosa Oliver, participó activamente en organizaciones culturales pioneras de Argentina, Francia y España. Contrajo matrimonio con Adan Diehl, pero la pareja duró sólo un par de años.
Estudió arte y pintura en París con Fernand Léger, con él descubrió otro mundo: conoció a Picasso, Le Corbusier, Louis Aragón, entre otros. La visión de la realidad de todos ellos despertó en Delia una gran transformación. Comenzó a interiorizarse en la ideología marxista y encontró las respuestas a sus búsquedas, «se sintió tocada, llamada por esas ideas» e ingresó en el Partido Comunista francés, porque allí descubrió lo que buscaba: un camino que le permitiera comprometerse, sentirse útil a los demás.
En Buenos Aires, la reacción de su familia fue de rechazo total. Se trasladó a Madrid y allí conoció a la generación de poetas de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Miguel Hernández, comprometiéndose con las ideas republicanas y la Guerra Civil española.
En 1934 se relacionó con Pablo Neruda, el poeta chileno que había llegado como cónsul de su país a España. Como mujer de Neruda lo acompañó en sus actividades creativas, culturales y políticas durante veinte años y se convirtió en la promotora de su obra. En 1939 trabajó con él en la organización del Winnipeg, barco que trajo a Chile a los refugiados españoles.
En 1955, tras descubrir la relación de Neruda con Matilde Urrutia, decidió separarse. Ingresó entonces al Taller 99 de Nemesio Antúnez en Chile. Allí a los 70 años retomó su siempre postergada vocación plástica. La laboriosa “Hormiga” como la llamaban sus amigos canalizó su arrebatadora fuerza creativa en el grabado y desarrolló una gran actividad asombrando con enormes y rebeldes caballos que parecían devolverla a sus orígenes en la pampa bonaerense. Entre 1960 y 1989 expuso sus obras en Chile, Francia y Argentina.
Falleció en la vieja casa de Los Guindos en Santiago el 26 de julio de 1989, rodeada de cuadros y grabados a los 104 años de vida, habiendo transitado intensamente el siglo XX.
Después de su separación de Neruda, Rafael Alberti dijo de ella “vivió como una antigua y rara flor de los bosques, pintando y dibujando sobre todo unos inmensos caballos pampeanos, esos mismos que al fin la tomarán un día entre crines y la transportarán al más extenso de los cielos, fijándola como una de las estrellas más brillantes en alguna constelación no muy lejana de la Cruz del Sur”